Estas navidades he estado leyendo el libro del Varoufakis. Elevo aquí a Varoufakis a la dimensión de las celebridades que merecen ser referidas con artículo -determinado, dice google- por el mero hecho, en este caso, de que mi madre dijo conocerle y que le parecía guapote. Esta manifestación de alcance popular, que parte de algún despacho ministerial en Atenas, cruza el mediterráneo, una década y llega hasta mi madre en la única forma en que podía llegar, porqué resulte que esté bueno y haya salido en el telediario, me parece suficiente para otorgarle este -el- tratamiento.
Interesante. La verdad es que no estaba muy de acuerdo con las conclusiones que extraía pero los diagnósticos me han parecido estupendos. Realmente él es economista, del ala marxista creo, y el libro no está en castellano, por lo que seguramente en el momento en que acometía ejercicios más técnicos y aplicados desconectaba un poco. Pero como la narración esta asimilada a una conversación con su padre, los pasajes mas descriptivos eran realmente asequibles.
Y ya os digo, bastante disfrutables. Muy interesante su aproximación a las dinámicas internas que hicieron a EEUU la capital económica mundial y como China, a base de ir construyendo unas estructuras financieras y, claro está, industriales, homologables, está haciendo que bascule una parte importante del peso económico global al otro lado del pacífico.
La tesis central del libro, sin embargo, viene a establecer paralelismos entre las lógicas internas del feudalismo y la innovación por excelencia en lo que llevamos de siglo, los servicios en la nube en su más amplio sentido. Nos habla de vasallos -los operadores comerciales- y siervos -los usuarios-. Y lo explica profusamente a lo largo del libro en una aproximación que viene a determinar el final del capitalismo, pero no para mejor, nos dice. Interesante perspectiva para conformar visiones del nuevo mapa socioeconómico tan escurridizo, me parece, de momento, a definición.