El ser y el estar

El problema de la verdad se viene a definir en una especie de loop histórico con tres corrientes en diálogo. A saber, y según taxonomía entre personal e improvisada:

  • La verdad clásica
  • La incapacidad epistémica de verdad
  • La verdad pragmática

La verdad clásica se refiere a la adecuación entre el pensamiento y el objeto y trata de que aquello que se describe se corresponda con la naturaleza de lo definido. La objeción más evidente, núcleo del razonamiento de los escépticos que vienen después, es esa dificultad en la comprensión -alcance incluso- de lo que la realidad, más allá del pensamiento, realmente es. Esto conecta con los límites de los mecanismos de la percepción y con toda una serie de resortes cognitivos que a priori o a posteriori pueden complicar el procesado del objeto. Lo de las apariencias engañan vendría a ir por ahí.

La incapacidad epistémica de verdad es precisamente la dificultad presuntamente insalvable -dirían los escépticos- para conocer lo que de verdad es. Dado que según estos el ser humano no está capacitado para ello, ninguna idea debe ser promesa de verdad. De tan cierta que es, esta postura choca consigo misma en tanto que niega la posibilidad de lo que en verdad hace, que no es otra cosa que aseverar. Afirmación sobre lo cierto que es autoincierta. De tan verdad es mentira.

El problema de la adecuación, liderado como decimos de manera honesta pero extrañamente improbable/contraproducente por los escépticos, viene a ser contestada a partir de Nietzsche a través del concepto de verdad más allá de la moral. Dado que no podemos saber, o no podemos estar absolutamente seguros del concepto de realidad, consideremos verdad aquellas afirmaciones que tienen utilidad en términos humanos, ya sea porqué corroboran sistemas de pensamiento ya construidos o porqué nos acerca a situaciones concretas de ventaja y confortabilidad. Aquí la verdad es constructiva, ya sea desde perspectivas de grupo o individuales -como nos viene a decir Ortega y Gasset en última instancia-. La condición de posibilidad de lo verosimil no es tanto la correcta adecuación pensamiento-realidad (realidad es un concepto cuya propiedad le puede ser discutida al intelecto, diría el escéptico), si no pensamiento-utilidad (utilidad como concepto netamente inventado por el humano y objetivable, por tanto, por la vía del contrato).

Este giro final viene a decir que lo único que podemos considerar verdad es aquello que es sentido como tal desde perspectivas subjetivas con voluntad objetivadora, aparcando los aparentemente diáfanos enunciados clásicos. Pese (y gracias a) estos últimos, podemos convenir que una cosa es el ser de la materia, soberano en sí mismo y otro, y otra el estar en los conceptos: humanos, inventados, mutables y en eterna discusión.

Basado en “El problema de la verdad” de Carmelo Blanco Mayor

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